Hace tiempo que no tenia esta
sensación al confrontarme con un escenario, este sentimiento entre el miedo y
la admiración. No porque fuera a entrar a escena, si no que era un espectador
de la misma. Esto me sucedió ayer al asistir a la lectura dramatizada de
“Homero, la Ileada” de Alessandro
Baricco una adaptación del poema de Homero.
El director (Sergio Zurita) salio
a escena y la función comenzó. Dio un concreto bagaje de cómo inicio esta
mítica guerra. Con explicaciones contemporáneas referentes a un partido de
football americano, con estilo ligero nos comenzamos adentrar en el histórico
canto troyano contra espartanos.
Seis actores (Helena: Sophie
Alexander-Katz, Néstor: Emilio Guerrero, Patroclo: Diego Luna, Héctor: Andrés
Montiel, Andrómaca: Leonora Cohen y Aedo: Jaime López). En un pequeño espacio
escénico como es el foro Shakespeare, comenzaron a dar vida a la lectura de
monólogos. Cada uno de ellos siendo una perspectiva personal con respecto al
desarrollo de la guerra de Troya.
El escenario a su vez daba vida a
una playa con un montículo de arena y un pequeño barco de papel azul, haciendo
contraste con la blancura de la arena. La propuesta estética era limpia y
minimalista. En cierto momento del gran montículo blanco una de las actrices
desenterró una estatua que simbolizaba el caballo de Troya.
El juego de iluminación era
sencillo, pero al mismo tiempo daba una sensación calida y bien alumbrada, se podría
considerar que en gran parte del espectáculo era una luz general que daba
ciertos acentos para puntos específicos de algún monologo.
En aspectos musicales fuimos
acompañados por una solitaria guitarra al principio y al final.
Un aspecto que llama mi atención
con respecto al montaje es que en México no son tan comunes las lecturas
dramatizadas, pero nos permiten hacer un ejercicio teatral distinto donde se
muestra al actor en un espacio casi vació, en el cual puede hacer gala de sus
herramientas y confrontarse con una desnudez al publico, pues prácticamente, se
encuentra con un atril el libreto y su voz.
Un ejercicio al cual no me
confrontaba desde hace tiempo. Te da otra lectura, activa tu imaginación y te
remonta a las radionovelas de antaño. Por otro lado también es un ejercicio de
concentración, que en mi caso, es con el que batallo frecuentemente.
Esta puesta en escena, nos lleva
de la mano a la mas de las hermosas de las guerras con los cantos griegos
confrontándonos con los acontecimientos bélicos contemporáneos, donde hemos
perdido si me lo permiten la belleza épica, de los valores y las reglas que se llevaban en la antigüedad.
Las imágenes que evocaban los
actores con sus líneas, nos muestran con belleza los horrores de la muerte en
los combates. Es una obra con tintes contemporáneos que al mismo tiempo nos permiten la reflexión a través del
pasado poniendo un espejo a la actualidad, marcando la vigencia de Homero con
sus cantos a través de seis actores y su director.
Diciembre 2011.
Diciembre 2011.